Las calles de Santiago de Cuba ven como Fátima Patterson anda y desanda, siempre en intercambio con sus esencias, que son esas mujeres y hombres de una provincia en las cuales las personas son, según se dice, diferentes a las del resto del país, quizás porque profesan una especial pertenencia a su tierra, por su carácter jovial y solidario, por su sentido del compañerismo y la lealtad. Por su espíritu profundamente revolucionario.
Si bien es verdad que tales virtudes aparecen en otros territorios cubanos, también lo es que los santiagueros se distinguen por una filosofía existencial que los convierte en lo que en Cuba llaman “buena gente”, esa que está siempre dispuesta a compartir lo que tiene, a armar la fiesta con una lata vieja, a quererse entre sí. Y Fátima Patterson, una santiaguera de pura cepa, actriz muy destacada y querida en sus predios, es, por su vida, un símbolo de la mujer santiaguera: luchadora, emancipada, carismática y revolucionaria.
Nació en 1951 en el barrio de Los Hoyos esta señora actriz. En el nutricio Los Hoyos, sitio de gente pobre, de donde sale una de las bandas de conga —música representativa de la cultura nacional— que mueve pies y corazones a cuantos acuden a su sonido, sea o no época de Carnavales en Santiago, los más famosos de Cuba.
Muchos caminos se cruzaron desde entonces. Cuba cambió para bien y para siempre desde 1959, cuando triunfó la Revolución Cubana, y también el destino de Patterson, devenida una artista de altos quilates. Tantos, y tan valiosos, que atesora premios y distinciones, siempre en su oriental terruño, sin querer trasladarse a La Habana, la capital meca para muchos de la popularidad, del asentamiento definitivo.
Esta mujer de baja estatura, pelo rapado, dramaturga y directora del Estudio Teatral Macubá, tiene el cuerpo y el alma entregada a su Santiago, la que en estos días le rinde honores especiales desde que, a mediados de esta semana, se conoció que fue distinguida por un prestigioso jurado con el Premio Nacional de Teatro 2017.
Un reconocimiento merecido por su talento artístico y su vida toda, dedicada a un amor tan profundo a las tablas —como actriz, dramaturga, directora— como el que solo pueden sentir los agradecidos a una existencia plena, con sus alegrías y sus dolores, sus agradecimientos y sus perdones a quienes, alguna vez, intentaron en vano derrumbar las murallas espirituales de esta singular mujer.
Cubahora conversó en exclusiva con una Fátima Patterson a la que la alegría se le desborda en las palabras agradecidas a su familia y a su Santiago, y a todos y todas los que, de alguna manera, la encauzaron en los caminos sin regreso del arte.
Burlando las distancias, Cubahora establece un diálogo con quien, desde 1970, comenzó a entretejer un bordado de investigaciones para adentrarse mediante la actuación en temas complejos, como la marginalidad, la muerte, la mujer, la religiosidad del pueblo, las tradiciones y los elementos formativos de la cubanidad.
—¿Cuáles considera los méritos de su carrera que fueron tomados en cuenta para otorgarle este Premio?
—El trabajo sostenido, la perseverancia y la fidelidad a mi lugar de origen.
—¿Es usted la primera actriz de teatro de Santiago en recibirlo?
— Si, nunca un Premio Nacional había recaído en actores ni actrices santiagueros. Soy la primera.
—¿En quién pensó cuándo le dieron la noticia?. Y si fuera a agradecerlo, mencionaría a alguien en especial?
—Pensé en mi familia, en especial mi madre, y en personas que tuvieron que ver mucho con mi formación y ya no están.
—¿En que obra trabaja ahora?
—En un montaje que recrea la obra del artista plástico Alberto Lescay. Una historia sobre mujeres caballas.
—¿Cuándo y cómo fue su formación como actriz?
— Comencé en 1970 en escuelas y talleres de formación actoral. He trabajado en la radio y la televisión y, por supuesto, el teatro; también cine y cabaret. El trabajo en las comunidades ha sido de gran importancia en mi vida como actriz, el cual realicé junto al Cabildo teatral Santiago, grupo emblemático de mi ciudad. En el Cabildo permanecí por 15 años, hasta 1992, cuando fundé mi grupo Estudio Macubá,
—¿Este Premio podría marcar un antes y después para usted? Si es así, ¿que piensa de ello?
—Sí, es así. Es un antes de trabajo, y un después de mucho más trabajo.
—¿Cómo fue acogida la noticia de su Premio en Santiago? ¿Cómo se siente al respecto?
—Con mucha alegría. Todo Santiago está emocionado con este Premio. No imaginaba una cosa semejante; estoy muy sorprendida y emocionada. Me sabía una mujer querida por mi ciudad y reconocida por mi pueblo, pero me ha desbordado. De todas partes de Santiago y de Cuba, y fuera de ella, se han comunicado conmigo; se comenta en los lugares y por las personas que menos imaginas, que no tienen nada que ver con el teatro. Es un sentimiento muy lindo, me han dado una prueba de amor grande, grande, grande.
—Y, por último: si tuviera que dedicarlo a alguien o a algo, ¿a quién sería?
—A Santiago ¡porque en Santiago está todo lo que más quiero!
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