Para los cubanos, la música de Ernesto Lecuona resulta como un código genético sonoro que no importa donde se esté, cuando se escuchan algunos de sus notas, se establece de inmediato una rápida y segura conexión con el bendecido archipiélago que, como llave maestra, está plantado en la boca misma del Golfo de México.
Lecuona al piano, como compositor e intérprete le puso banda sonora distintiva a la cubanía. Capturó, tras la aparente languidez y abulia, esas vetas étnicas venidas de todas partes y configuradas originalmente aquí en la identidad de un pueblo singular, atrevido, con sentido de pertenencia y abierto a los horizontes.
Por eso, aunque la cubanía pianística tenía ya anteriormente veneros propios, Lecuona le imprimió un sello singular y la internacionalizó. Esa visa de internacionalidad que le dio a la música cubana , además de universalizarla y ponerla a dialogar con la creación musical de su época, le dio un perfil inconfundible.
Suena Lecuona y danza y canta Cuba desde su más raigal autenticidad. Y no sólo hay que agradecer su faceta de creador de universos sonoros, sino también de promotor de lo mejor de la cultura cubana. A su talento, lucidez y perseverancia , se debe el descubrimioento o la jerarquización de personalidades que hoy son joyas de la espiritualidad criolla: Esther Borja, Rita Montaner, Iris Burguet, Miguel de Grandy, Ramón Calzadilla, Alina Sánchez, Linda Mirabal y una amplia lista de valores entrañables de la cubanía le deben acicate y estímulo para inicar o consolidar sus respectivas carreras artísticas.
A su quehacer también pusieron voz el mexicano José Mojica y los españoles Conchita Bañuls, Tomás Álvarez y Plácido Domingo. Fue muy precoz y con sólo 11 años escribió su primera canción; fundó además los grupos Havana Symphony (con Gonzalo Roig), la Lecuona Cuban Boys Band y La Orquesta de La Habana. Música y danza se disputan la supremacía en la obra de Lecuona.
Escuchar sus piezas es oir y ver cantar y danzar a Cuba; es reconocer una carta de identidad imborrable que este Maestro confirió a su pueblo por los siglos de los siglos. Danza negra, En tres por cuatro, Danza de ñáñigos, Granada, Malagueña, Tarde en la siesta, Andalucía, Siempre en mi corazón , La comparsa, El crisantemo, Mariposa, Damisela encantadora y, sobre todo, Siboney, su pieza más recordada, sus zarzuelas Rosa la China, María de la O y El cafetal y otras muchas obras, son piezas sin las cuales el universo sonoro de hombres y mujeres estaría incompleto.
En cine creó las bandas sonoras para 11 películas, entre ellas para estudios de Hollywood, España y Latinoamérica; en 1942 fue nominado para un Premio de la Academia por la música de la película Always in my heart, de la Warner Brothers.
También para Hollywood, creó la música de All This and Glamour Too (1938), en la que se interpretan los temas Siboney y WhenYou're in Love.
A su haber cuenta con 406 canciones de primerísima calidad, 176 piezas para piano solo, 37 para orquesta –la más famosa de ellas Rapsodia negra-.
Según catálogo de sus creaciones, compilado en 1995, cultivó 130 géneros, especies y formas musicales en un total de 885 piezas, de las cuales 502 son vocales, 156 para piano, 81 para la escena y 97 orquestales, tres de música de cámara, una para banda y 11 para el cine.
A Ernesto Lecuona, como a esos grandes patriarcas fundadores de naciones, hay que agradecer siempre esos hitos que permiten a los cubanos estar orgullosos de ser y vibrar desde lo hondo, cuando en el aire comienzan a pulsar esas notas que su genio puso en pentagramas para reafirmar la dicha de ser quienes somos, sin arrogancias pero sí con mucho orgullo.
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