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lunes, 25 de noviembre de 2024

Victor Manuel: entre un sinsonte de papel y un ángel amarillo

El pintor cubano Victor Manuel regresa a 45 años de su partida en los ojos oblicuos de su Gitana tropical, mezcla de mulata y hechicera...

Yeneily García en Exclusivo 02/02/2014
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Gitana tropical
La Gitana Tropical fue conocida como la primera vanguardia de la Plástica Cubana.

Entre un sinsonte de papel y un ángel amarillo imaginó Nicolás Guillén a Víctor Manuel, el pintor de la Mona lisa cubana, el primero de los modernos, el que buscando en las luces de París no pudo desprenderse de los aires de sal de la isla que dejó atrás. El pintor regresa a 45 años de su partida en los ojos oblicuos de su Gitana tropical, mezcla de mulata y hechicera.

Sencillo, preciso en sus brochazos y a la vez con un rico mundo interior que parece desbordarse en cada uno de sus cuadros, este creador fue el primero que rompió lanzas por lo nuevo en el arte pictórico cubano, al que dio vestiduras de estreno y una manera diferente de mostrarse al público.

Nacido Manuel García, su interés por los lienzos y los óleos se encendió quizás de tanto acompañar a su padre, conserje de la legendaria San Alejandro, una de las primeras academias de artes plásticas de América Latina, donde el joven impresiona al propio Leopoldo Romañach, que se convierte en su maestro.

Bien pronto se aparta del academicismo de Romañach en busca de algo más, que encuentra en el París de los años 20, donde tiene contacto con el impresionismo y el postimpresionismo.

Cuando pinta La Gitana Tropical (1929), que deviene símbolo de su arte, ya firmaba como Víctor Manuel y no tardaría en colocarse a la cabeza de la que después fue conocida como la primera vanguardia de la Plástica Cubana, integrada, entre otros, por Carlos Enríquez, Fidelio Ponce y su gran amigo Eduardo Abela, con quien funda Estudio Libre de Pintura y Escultura, un hito en la historia del arte cubano.

Hecha sobre madera, esta suerte de pequeña Gioconda caribeña –mide 46 cm de alto por 38 de ancho- ha generado un interés que llega a la actualidad y es una de las atracciones del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, donde reina desde la pared.

El  estilo de Víctor Manuel se define luego de estos periplos por Europa y comienza ser reconocido por sus retratos de mujeres y paisajes, enmarcados, según especialistas, por un cierto postimpresionismo que va pasando de la austeridad cromática a una profusión de rojos y verdes presentes en sus obras desde los años 1940, cuando se enseña una Cuba diferente a la de sus predecesores: llena de mestizos, luz, vegetación inquietante y arquitectura colonial.

En la literatura se puede ver su huella en los múltiples amigos que hizo en sus tardes y noches de bares y paseos, casi siempre en La lluvia de Oro de la calle Obispo, en la Plaza de la Catedral o en los bancos del Paseo del Prado, donde conoció, entre otros, a José Lezama Lima y al Poeta Nacional, Nicolás Guillén.

El genial autor de Paradiso le dedicó versos y críticas donde vio que “La gracia de la luz/era en él perennidad de sus instantes:/un rostro, un río, un balcón, un árbol./Se asomaba para ver/y veía siempre una interminable fluencia,/pero no traicionó nunca las posibilidades de la mirada./Por eso, su plástica ha podido volver a los orígenes,/ su pintura revela, a través de lo accidental, las esencias últimas:/(…)Nos dijo de nuevo/cómo un rostro era el rostro y los rostros,/cómo el árbol de Adonai/era el bosque de Oberón,/cómo un parque era también el origen/del mundo y el nacimiento del hombre.

Para Guillén, el pintor era por igual capaz de crear un extraordinario mundo y a la vez mantener una sencillez y una modestia que mucho decía de él. En un poema incluido en La Rueda dentada (1972) escribe en particular tono: "Con un ángel amarillo/y un sinsonte de papel,/pasa envuelto en suave brillo/Víctor Manuel./Entre un ángel amarillo/y un sinsonte de papel/yace envuelto en suave brillo/Víctor Manuel."


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Yeneily García


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