En el Festival de Teatro de la Habana, celebrado del 22 al 31 de octubre, participaron más de 450 artistas internacionales y nacionales, entre las que se encontró, como figura preponderante en el panorama teatral cubano, el director artístico Carlos Celdrán, frente a su grupo Argos Teatro, con una puesta en escena de primera línea: Mecánica.
Con concepciones muy particulares sobre el discurrir del Festival, Carlos Celdrán concluyó que este evento representó una oportunidad única para difundir la escena cubana dentro del marco de las presentaciones de países como Ecuador, Colombia, Canadá, Perú y Estados Unidos.
—¿Cómo valoras el papel de un director de escena, tanto en el marco del Festival que acaba de concluir como en sentido general?
—En Cuba el papel de esta figura se encuentra bastante deteriorado, pero en este Festival de teatro no tanto, porque tuvo una perspectiva curatorial bastante coherente, donde todo surgía a partir de un tema central, que es el trabajo del director de teatro contemporáneo.
“La figura del director de escena tiene una importancia vital. A partir de su trabajo es que nace toda la puesta en escena. Este Festival probó la importancia del trabajo del director de teatro contemporáneo, que maneja el arte escénico a partir de las líneas directrices vigentes en la actualidad, que monta sus propios textos sobre una línea clásica o no, que trata de reactualizar el legado de la dramaturgia…”.
—¿Qué aportes realizó la estética de esta edición al imaginario teatral cubano?
—Sobre todo, la materialización en la puesta en escena de otras tendencias en el tratamiento de la dramaturgia. Por ejemplo, lo que se llama teatro postdramático, que es un tipo de forma de hacer que busca nuevos públicos y tendencias, donde el director deja su rol habitual y cambia también otras mecánicas internas de trabajo. En este Festival hubo un grupo de teatro alemán cuyo elenco estaba conformado por actrices, y no tenían un director. Ellos hicieron un espectáculo titulado La consagración de la primavera, que constituyó un intercambio de experiencias de las intérpretes con sus madres. Fue un montaje autobiográfico sobre la vida de ellas. Autorreferencial también. No es este título el único que aportó en cuanto a estética y novedad a la forma de hacer del teatro cubano, pero es un buen ejemplo.
—¿Y cuál es la dinámica o forma de trabajo que como director prefiere usted?
—Yo suelo trabajar a partir de los textos clásicos. Los reactualizo, los adapto a la contemporaneidad. Porque a veces los textos están enmarcados en el contexto en el que fueron creados. Y yo siempre pienso en el público que va a degustar estos textos. Y si el público es cubano, como normalmente lo es el público que va a ver Argos Teatro, pues trato de que se sientan inmiscuidos en la obra, así sea una obra creada hace un siglo en otro continente, o si fue creada hace tres décadas pero en otro contexto. Los contextos varían mucho con el tiempo y las circunstancias, y para que la obra mueva y conmueva debe tener actualidad. Eso es algo que suelo tener en cuenta.
“También existe otra línea en la cual el director forma parte de un equipo que investiga un tema de la realidad. Son nuevas maneras de enfrentar el hecho de ser director de puesta en escena”.
—¿A cuáles de estas tendencias se circunscribe Mecánica, la obra que presentó Argos Teatro?
—Mecánica no en un clásico. Es una obra del dramaturgo Abel González Melo, un autor cubano muy joven que escribe sobre la realidad cotidiana de la Cuba de hoy. En su obra no se reflexiona sobre el pasado sino sobre la actualidad. Ha sido un texto muy interesante para mí porque habla de la realidad cubana actual…
—En Mecánica, la blanca habitación de hotel y sus escasos pero simbólicos elementos se transforman en metáfora de algo mucho más extenso y frágil, que cuestiona a fondo las relaciones interpersonales inherentes a sectores emergentes de poder económico operantes hoy en la sociedad cubana…
—Es una obra con una capacidad de denuncia muy alta, que habla muy bien del talento y la dedicación de quienes lo defienden sobre la escena. Esa es la mayor virtud de Mecánica, una virtud que se le debe atribuir a la efectividad del trabajo en equipo, pero también a la perspectiva elegida y a la claridad de propósitos que caracterizan al diseño y la ejecución de la puesta en escena.
En nuestro trabajo no hay ningún secreto más que el trabajo mismo. El Festival de Teatro de La Habana terminó pero la labor de los directores, y en general de todo el elenco que trabajamos día tras día en el mundo del arte dramatúrgico, no concluye nunca. Para nosotros el Festival es todo el año.
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