- Dr. Miguel Barnet Lanza, porque usted es Dr. en Ciencias Históricas de la Universidad de La Habana desde el 28 de febrero de 1997, su obra escrita más conocida en el mundo se titula Biografía de un Cimarrón – traducida a 20 lenguas extranjeras y reimpresa en más de 72 ocasiones hasta el 2014 – pero antes de ser un libro fue su primera investigación científica cuando el autor era trabajador del Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba. ¿Cierto…?
Efectivamente, la extensa entrevista que tuve con el viejo cimarrón Esteban Montejo en 1966 la hice, no para un libro, sino como investigación científica del centro donde trabajaba por esa época, el Instituto de Etnología y Folklore de la naciente Academia de Ciencias, de la cual fui fundador con 21 años de edad y donde me mantuve activo durante 7 años. Pero luego de plasmar en blanco y negro el resultado de aquella primera incursión en la ciencia etnológica me pregunté qué aceptación tendría ésta en el público y entonces me di a la tarea de reelaborar el material de una forma literaria nueva que yo he calificado de novela testimonio. Vale la pena añadir en el contexto de su pregunta que, al igual que Biografía de un Cimarrón fue primero una investigación científica hasta el mínimo detalle, otro tanto se puede afirmar de mis contactos con la vedette cubana Amalia Sorg, de la cual nació Canción de Rachel que más tarde dio paso a la cinta La bella del Alhambra, ganadora en 1990 del Premio Goya a la mejor película extranjera en España. Algo similar hay en la génesis de la entrevista a mi vecino español Ángel Pérez, de la cual nació la novela Gallego. Todas estas experiencias editoriales y cinematográficas en mi vida comenzaron por constituir investigaciones científicas…
- ¿Qué cosa es la etnología, de la cual es usted representante de sumo interés para la historia de la cultura artística y la ciencia cubanas?
La etnología es una ciencia social que estudia las causas y razones de las costumbres y tradiciones de los pueblos. En mi caso particular me dediqué a investigar las tradiciones afrocubanas que conforman la cultura del pueblo cubano. Me siento orgulloso, pues, de ser un científico que ha tenido algún éxito en la literatura y el arte.
- ¿Qué es la cultura para usted?
Permítame aclarar algo muy importante. La palabra cultura se deriva, histórica y gramaticalmente, de cultivo un vocablo aparentemente distante respecto al significado que, popularmente, se le da al primero. Sin embargo, usted y yo leemos y escuchamos en los diarios, la televisión y la radio noticias sobre “las atenciones culturales a la caña” o a cualquier otro cultivo sin que pensemos se refieren a una exposición de pintura o la muestra de cinematográfica de un director de cine en medio de una plantación. Leamos la definición exacta y precisa que ofrece del vocablo cultura la Real Academia Española en la más reciente edición de su Diccionario de la Lengua.
Cultura (del latín cultüra) f. cultivo. 2. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social… Es decir, que para tener verdadera cultura son necesarios conocimientos de arte pero también de ciencia y de otros elementos que forman el entorno humano.
- No pocas personas en nuestro país señalan como característica única del intelectual su cultura artística o literaria. ¿Qué opina usted?
Error. Para evitar equivocaciones conceptuales le invito nuevamente a leer el Diccionario de la Lengua Española.
Intelectual. Del latín intellectuälis)
1. adjetivo. Perteneciente o relativo al entendimiento.
2. adjetivo. Espiritual, incorporal.
3. adjetivo. Dedicado referentemente al cultivo de las ciencias y las artes.
- Usted hace un uso conceptualmente exacto de nuestra lengua. Entiendo por qué el 19 de octubre de 1989 la Real Academia Española le hizo miembro correspondiente…
Continúo. El término intelectual fue acuñado en Francia durante el caso Dreyfus (1893-1906) para designar al conjunto de personajes de la ciencia y el arte que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus acusado injustamente de traición.
Yo no concibo a un verdadero intelectual si no tiene conocimientos sobre las ciencias en general. De suceder esto en un poeta, un novelista, un cuentista, o ensayista su obra carecerá de solidez. Siempre será como una burbuja en el aire. Hay “intelectuales” que son como pompas de jabón. Suben y suben cada vez más pero sin una verdadera y amplia cultura. Y como las frágiles pompas de jabón, un día estallan en el aire y se deshacen…
- Háblenos de su vertiente cultural – científica…
Con gusto. Sepa que, de niño, mi autor preferido fue Charles Darwin. Por el interés que despertó en mí este científico británico me convertí en investigador de los pequeños animales que poblaban los muros de mi casa del Vedado (chinchillas, lagartijas, etc.). Con una cuchilla de afeitar de mi padre diseccionaba cuanto animalejo diminuto encontraba para estudiarlos como pensaba que hacía Darwin. En esa época no me apasioné con la lectura de obras de ficción sino con las novelas históricas al estilo de Balzac. Ese fue el despegue de mi cultura. Más tarde, al iniciar el período juvenil, encontré a Fernando Ortiz, un maravilloso científico cubano, quien definitivamente me enrumbó por los caminos de la etnología, una ciencia social. Antes, había trabajado dos años en la Biblioteca Nacional como secretario de otro etnólogo y musicólogo excepcional Argeliers León, fundador del Instituto de Etnología y Folklore, en cuyos estatutos trabajé directamente. Le puedo decir aquí que he leído más obras científicas que literarias. ¿Autores? De Lewis Morgan, Marvin Harris, Ernest Cassirer, Clifford Geertz y Claude Levi-Strauss a Ruth Benedict, Margaret Nead, Bronislaw Malinovsky y Melville Herkovitz; también los autores mexicanos Ricard Pozas y Guillermo Bonfill Batalla, entre otros. Después del triunfo de la Revolución me relacioné con investigadores de la talla de Antonio Núñez Jiménez; en 1962 hice un extenso recorrido en jeep por la geografía cubana junto al científico alemán Peter Newman para hallar rastros de los primitivos habitantes de nuestro archipiélago; incluso entonces tuve contacto con descendientes directos de aborígenes taínos, de las familias Ramírez y Rojas que vivían en la zona oriental del país. Más tarde me integré, como ya dije, al Instituto de Etnología y Folklore, una de las primeras agrupaciones científicas de la recién creada Academia de Ciencias. Debo decir aquí que la culpa del desconocimiento general sobre mi accionar científico es absolutamente mía pues con un lenguaje poético enmascaré esa parte tan importante - yo diría clave- de mi quehacer humano. ¿Razón?: los libros de ciencias puras son muy aburridos para el común de nuestros semejantes. Y yo creo que el mensaje de ciencias debe ser claro, muy claro para todos. En apretada síntesis ésa es la vertiente científica de mi cultura.
- ¿También la ciencia influyó en su quehacer poético?
No. Simplemente se nace con esa posibilidad…o no. En ninguna parte enseñan a inspirarse y escribir en esa dirección. Por cierto, la poesía tiene mucho que ver con la música sinfónica, la matemática, la arquitectura y con la física incluso. Si una palabra o un verso están fuera de lugar se rompe el equilibrio físico, como se plantearía en términos de la ciencia.
- Finalmente, ¿cómo se concibe a sí mismo Miguel Barnet a la luz de esta entrevista?
Pues como un híbrido de halcón y jicotea.
Porque trato de ver el mundo en su conjunto e interacciones desde arriba, como el halcón -con la ciencia- mientras la jicotea va recogiendo lentamente todo lo bueno que deja el ave para, después, hacer la obra artística. La mirada siempre tiene que ser en ambos planos para poder conjugar los elementos contrastantes.
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