Como se encarga de recordarnos Roberto Smith, cuarto presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos —con quien conversamos en la oficina de ese edificio que primero fue Atlantic y luego “del ICAIC”— el movimiento fundacional de la cultura revolucionaria, comenzó por el cine.
Un grupo de jóvenes entusiastas, con Alfredo Guevara a la cabeza, fueron los encargados de crear y desarrollar una industria cinematográfica nacional, apoyada sin dilaciones por el naciente proceso que creía en el extraordinario poder del cinematógrafo como vehículo de ilustración y formación de sensibilidades.
El 24 de marzo de 1959, Fidel firma la Ley No. 169 del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario, a partir de la cual se oficializa la creación del ICAIC y se define su propósito de "organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución."
Esa fue la piedra fundacional que comenzó la historia de amor de Cuba, sus creadores y su público con el cine, un idilio que, como todos, ha tenido sus períodos de luna de miel, sus desavenencias, sus etapas de crisis y, por supuesto, sus reconciliaciones.
Es casi indivisible esa rica historia que guardan los nueve pisos del edificio que domina gran parte de la vista, muy cerca de la esquina de 23 y 12, con el propio devenir personal de millones de cubanos, que generación tras generación se han enamorado, llorado, reído y soñado desde la luneta de una sala oscura.
Nombres imprescindibles como Tomás Gutiérrez Alea, Octavio Cortázar, Santiago Álvarez y su irrepetible Noticiero ICAIC Latinoamericano, Humberto Solás, Fernando Pérez y Juan Carlos Tabío, por sólo mencionar algunos; bebieron de esa savia nutricional inherente a una institución que se encargó desde sus inicios de elevar la condición del cine, desde lo comercial hasta la categoría de arte.
A 55 años de su creación, Cubahora entró, no sin respeto y un poquito de incredulidad, a la oficina de la presidencia del ICAIC. Allí, gracias a la deferencia de Roberto Smith y sin buró de oficina mediante, conversamos con este joven presidente, quien lleva en sus hombros el privilegio (o la carga) de ser heredero de grandes como Alfredo Guevara o Julio García Espinosa.
Interrumpido a veces por nuestras preguntas sobre aquel Oso de Plata de la Berlinale junto al Goya español, y la curiosidad sobre aquel Mariano en la pared, Smith nos comentó sobre el recorrido del ICAIC, sus retos para el futuro y su confianza en el protagonismo de la institución ante estos tiempos en los que reina el audiovisual.
—Hablar del ICAIC en Cuba y aún en Latinoamérica es hablar de un lugar bien ganado en la historia del Séptimo Arte de la región. ¿Cómo es la mirada hacia el futuro de una institución que carga con tanta gloria en su pasado?
—Creo que el valor de una institución lo puedes medir por lo que ha hecho, por su historia, su camino, sus 55 años de trabajo, donde acumula una obra en la que está la mayor parte del cine cubano. El privilegio de haber sido un centro muy relacionado con otras instituciones de la cultura.
Cuando se hace memoria sobre la relación del ICAIC con la música, las artes plásticas o las artes escénicas, uno ve vínculos muy estrechos, que te permiten hablar de una institución que ha promovido esas otras manifestaciones y que año tras año han enriquecido su historia.
Cuando se habla del cine cubano, se habla de cultura. Cuando uno se refiere a lo que se exhibe, lo que se programa, lo que se ve, se habla de la cultura de los cubanos. Cuando uno evalúa, realmente siente que hay una obra. Ahora, de cara al futuro, estoy totalmente convencido del papel que va a seguir jugando el ICAIC, apoyado sobre todo en tres ideas.
Primero, en la importancia del cine como manifestación artística. A diferencia de 1959, cuando se crea el ICAIC, hoy la sociedad contemporánea vive en un universo donde el audiovisual tiene un predominio absoluto, en nuestras maneras de comunicarnos y de entretenernos. Permanentemente está cerca de uno, ya sea en una pantalla de cine, de computadora, de televisión o de un celular incluso, y ese audiovisual tiene un peso muy grande en la formación del individuo, del ser humano.
Desde que se nace se está vinculado al audiovisual. El cine es, de todas, la zona casi siempre más elaborada, más artística, la que más puede aportar desde el punto de vista individual.
Segundo, creo absolutamente en el talento de nuestros realizadores. En Cuba hay una cifra creciente de creadores audiovisuales, fruto en buena medida del sistema de enseñanza artística, del aporte que hace el Instituto Superior de Arte y la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y fruto también de la tecnología que ha permitido iniciarse de manera empírica y darle un dominio de este lenguaje a los que tienen talento.
Evidencia de esto es la Muestra de Jóvenes Realizadores que está a punto de iniciar, donde se ve la cantidad enorme de creadores emergentes, desde el director y el productor hasta el fotógrafo, el músico, el actor y la actriz, de nuevo hablando de la confluencia de las manifestaciones.
Claro que nosotros miramos un pasado donde han existido grandes figuras como Humberto Solás, Titón, Manolito Álvarez y Octavio Cortázar. Tenemos un referente muy alto de lo que es un cine de calidad y a estos jóvenes cineastas les queda mucho por desarrollar, mucho por aprender, pero existen, están ahí.
Tenemos una ventaja: que una sociedad que crea en la importancia del cine, tenga también la ventaja de tener el talento necesario para hacerlo.
Por último, confío en la capacidad de la institución de actualizarse para aceptar los desafíos del futuro. Y en ese proceso estamos. Trabajamos ahora mismo con la participación de muchos creadores en una nueva propuesta sobre lo que será el cine cubano y el ICAIC, como institución rectora del cine nacional y autoridad audiovisual, pero fortalecida, mirándose hacia dentro y hacia su propia capacidad de renovación.
—En los últimos años el fenómeno de las producciones independientes se ha hecho más pujante y ha sacado a la luz materiales cada vez de mayor calidad. ¿Piensa el ICAIC establecer una estrategia que acerque a estos productores a trabajar con la institución, en una relación de colaboración mutua?
—Ese es uno de los desafíos que aceptamos: buscar alternativas para vincularnos y generar alianzas creativas con ese amplio sector de creación que está en otras instituciones del Estado o fuera de ellas. La única manera en que puede el cine cubano seguir creciendo cualitativa y cuantitativamente, es asumiendo que es todo ese tejido donde la institución ocupa un centro, al que se asocian y con el que laboran todos los creadores del país.
—Los especialistas advierten que estamos en una época en la que se ve mucho cine, pero se va poco a las salas, ¿cómo el ICAIC resuelve los problemas de estos espacios de exhibición, cada vez más deteriorados, y ve la situación de la programación en las redes de estrenos nacionales?
—La programación es un tema, los cines hoy en Cuba tienen la singularidad de ofrecer más películas cada semana que en otras épocas. La calidad de las cintas que normalmente programa el ICAIC es alta, con una idea de balance, de equilibrio entre el cine de autor y producciones para público general, ahí por supuesto hay que seguir trabajando y hacerla más atractiva y por supuesto promoverla más, que es lo que muchas veces falla.
Hay una película valiosa exhibiéndose en el país y la gente prácticamente no la conoce, porque cambiaron los canales de comunicación, ahora hay más información que antes y cuesta más trabajo colocar la que nos interesa.
Otro tema son las salas de cine, que no se puede analizar sin recordar que hace más de 30 años ya no pertenecen al ICAIC. Tenemos hoy seis salas, pertenecientes al Proyecto 23: las cinco situadas en esa Avenida y el Multicine Infanta. El resto, incluyendo las de La Habana como el Acapulco y el Payret, pertenecen a los Centros Provinciales de Cine, quienes a su vez responden a las direcciones provinciales de Cultura.
Por eso cuando nos preguntan qué va a hacer el ICAIC, esa pregunta tiene que empezar por reconocer qué quisiéramos hacer: quisiéramos que se recuperara la mayor cantidad de cines posible, pero ahí están las limitaciones, porque no son instalaciones nuestras ni tenemos el financiamiento para trabajar sobre ellas.
Es una cuestión financiera que tiene mucho peso, porque todo lo que se relacione con una sala de cine es en extremo caro. Una luneta puede costar 200, 300 y hasta 400 dólares, o sea, cuando dices: voy a recuperar una sala que tiene mil, se habla de una cifra considerable, y cuando uno habla de los equipos de proyección, es igual. En Cuba no tenemos proyectores digitales, estamos tratando de instalar el primero, pues casi toda la tecnología que tenemos prácticamente está obsoleta, y esta actualización va a estar por encima de los 100 mil dólares o euros.
Si aspiras a recuperar la climatización del Payret por ejemplo, el cálculo para arreglarlo es de alrededor de un millón de dólares. No es cuestión de renunciar, pero al mismo tiempo no es fácil. Por otra parte está el precio de las entradas, que es increíblemente bajo, el que pensamos que en algún momento habrá que revisar.
—El ICAIC es una de las pocas instituciones de este tipo con un radio de acción tan grande…
—Cuando uno evalúa el aporte cultural, tiene que incluir la producción cinematográfica, pero no puede dejar de mencionar ni el documental ni el animado. De aquí a unos años ha habido una revitalización. El hecho de que en 2013 los Estudios de Animación del ICAIC hayan trabajado en cuatro largometrajes al mismo tiempo y que estemos terminando el primer filme animado en 3D, demuestra cuánto se ha hecho. Pero tenemos también que hablar de otras dimensiones del trabajo.
El aporte de la Cinemateca de Cuba, que tiene más de cinco décadas de labor sostenida en pos de la conservación del patrimonio, de la investigación y promoción, también está viviendo un momento nuevo, con la llegada de Luciano Castillo, ese excelente investigador y estudioso del mundo del cine, a su presidencia.
Ediciones ICAIC, que fue una editorial importante durante muchos años y que por distintas razones - sobre todo por el impacto de la década del 90- decreció en su producción, en los últimos años se ha recuperado de manera espectacular, sobre todo por el empeño de Pablo Pacheco, vicepresidente del ICAIC y Premio Nacional de Edición.
Tampoco se puede olvidar al cartel de cine, que una vez fue una de las expresiones más destacadas en el quehacer gráfico del país y luego tuvo un momento difícil. Este arte se ha recuperado con la inclusión de nuevos diseñadores, conservando además su valor primigenio de ser una técnica artesanal, absolutamente manual.
Al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano —que también demuestra el entusiasmo de la gente por el cine —se le suman el Festival de Cine Pobre, que ahora vamos a tener su próxima edición en el mes de abril; el Festival Internacional de Documentales y la Muestra Joven, que se ha convertido en un motor, en un estímulo a esa producción novel.
Asociaciones como la Nacional de Prensa Cinematográfica, la Federación de Cineclubes, nuestro vínculo con la Fundación del Nuevo Cine y la Escuela de San Antonio, demuestran que nuestro campo de acción efectivamente es amplio, que en todo hay que seguir aspirando a más, todos estamos tratando de crecer, con la conciencia que hay que crear un terreno fértil para ese crecimiento.
—El ICAIC también es como una segunda casa para usted, ¿verdad?
—Llevo 34 años, comencé en él como especialista del Centro de Información Cinematográfica, pero si vas a ver a otros departamentos, por ejemplo en los Estudios Cubanacán, hay trabajadores que llevan en su puesto lo mismo que lleva de creado el ICAIC.
Es una institución que tiene una estabilidad —eso vale mucho— donde los jóvenes aprenden de los más viejos, y donde hay un proceso de renovación que tiene en su base una raíz muy fuerte.
Uno a veces no se percata del valor que tiene compartir con tus contemporáneos, y aunque hubo una diferencia generacional, de manera natural intercambiamos con la mayor parte de los grandes directores de cine, desde Titón (Tomás Gutiérrez Alea), Humberto (Solás) con el que hacíamos el Festival de Cine Pobre, hasta otros con los que teníamos amistad, como Daniel Díaz Torres, un amigo entrañable, y esos son los recuerdos, que aunque te sientas joven, te hacen darte cuenta que has vivido.
Denisse Hernández desde FB
24/3/14 16:28
institucion admirable, pero que debe seguir esforzandose por mejorar su gestion
Yunieska Suarez desde FB
24/3/14 15:31
FELIZ ANIVERSARIO DEL ICAIC.....CON MUY BUENA SALUD EN ESTOS TIEMPOS.
Evelyn Corbillón Díaz desde FB
24/3/14 15:29
Felices 55 añitos
Maya Quiroga Paneque desde FB
24/3/14 10:45
Larga vida para el ICAIC
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