Los tiempos siempre han sido heroicos, hubo hombres y mujeres de gesta que en medio de grandes momentos de la historia marcaron el rumbo de la canción. Los pueblos guardan esos instantes con las reliquias más preciadas, quizás a la espera de nuevos despertares. Así, la canción se tiñe de temas nacionales o internacionales pero siempre de un cariz tremendista y sentido, pueden contarse desde los abordajes más humanos y etéreos, así como los más marcadamente patrióticos.
En Francia, un músico improvisó una canción de marcha que hoy es el canto de la República y, sin ir más lejos, nuestro propio himno procede de una melodía tocada mil veces en la iglesia de Bayamo y que devino grito de libertad. Cuba procede de una larga tradición heroica como nación que la hace cuna de trovas y ritmos. El archipiélago musical se aboca hoy, no obstante la tradición, al aplanamiento mercantil.
Se sabe que los Estado-Nación son un esquema que las transnacionales quieren derrumbar, así como toda la espiritualidad soberana que hay en el hombre contemporáneo. Los llamados conceptos duros de la vida se reemplazan por la “filosofía de lo light” o sea, una noción kleenex que ve el mundo como desechable.
Todo es post-algo. Cuando ya se piensa que se tiene la cosa… esta no sirve, se ha vencido, se rompió o nunca valió la pena. Lo posmoderno mercantil odia, entre muchos aspectos, a la canción heroica. Bajo el manto de un hedonismo simplón conecta a miles de jóvenes, ora con la imagen de un musculoso y semidesnudo Justin Bieber, ora con un Bob Esponja que es más bobo que la bobería.
Pero los tiempos siguen siendo heroicos, pues hace falta fuerza para enfrentarse a que un pequeño por ciento de la humanidad aplaste a la mayoría, también para contestarle a la ideología del mercado desde espacios alternativos, pequeños, casi nunca promocionados. La canción de gesta, hecha para mover los grandes conceptos, está en desuso porque lo duro, lo grandioso, las categorías de la historia las hundió la posmodernidad. Estética unisex que todo lo trastoca.
Filósofos como Gianni Vattimo y su propuesta de una idea débil, de los pensamientos lights, han llevado al hombre de la contemplación del héroe Beethoven a la inacción de un yonqui en una noche de discoteca que oye el último trap que pregunta insistente “¿y el anillo pa cuándo?”. En Cuba es cada vez más frecuente esto último y menos que los niños reciten los versos de Martí cantados por Pablo Milanés.
Esta “chacalización” de la vida cotidiana viene siendo nuestra idea débil, propuesta por Vattimo, se trata de un hedonismo que viene envuelto en una gesta sin sentido, contra todo, que solo habla de mujeres para consumir al momento. Otra vez el kleenex asoma la cabeza, bajo el brillo de un machismo que en el caso de las naciones caribeñas no se esconde jamás. El mercado quiere simplificarnos para predecir mejor nuestros gustos; el consumo no existe per se, sino que se crea.
En el caso de Cuba, no son pocas las industrias culturales que miran con recelo nuestra canción heroica y proponen modelos supuestamente alternativos, hechos para consumir y botar, como cualquier papel higiénico. Por desgracia, en muchos espacios públicos está predominando este tipo de seudoarte, como en las plataformas y las fiestas con Djs súper pagados (con dinero estatal).
Otro papel está en las escuelas de arte, cuyo vínculo con el turismo y el gusto consumista es cada vez mayor, se impulsa al joven a tocar “Guantanamera” porque gusta al foráneo, pero no las muchas versiones de “La Bayamesa”. Allí, donde debiera enseñarse la cultura de resistencia, a veces se peca de light o se va a un academicismo que no motiva al estudiante a buscar su propio sendero.
Bajo el gusto del mercado, los Estados-Nación van muriendo y quedan los desechos de la cultura, vendidos al por mayor y a precios irrisorios. Lo más preciado, la identidad, nada vale y se coloca de risión para los muchos bufones que de pronto inundan la corte del dinero. El hombre, después de todo, nació para tener ideologías, incluso cuando reniegue de estas y diga que no hacen falta.
No existe el apoliticismo, porque nadie puede estar consumiendo todo el tiempo, los recursos del planeta no son infinitos como se nos quiere hacer ver. Todo no está en engordar e irse luego a dietas milagrosas. Las gestas, las causas nobles, existen, los cantares están allí como muestra de esos conceptos que se quieren poner en retirada de nuestras casas y calles.
Albert Camus dijo: “No se puede tener la verdad solitariamente”, de manera que cuando el mercado aprieta sus tuercas, el único camino es recurrir a los conceptos, a las esencias, así el propio Chaplin contrapuso a la imagen del hombre engullido por máquinas la del soñador que sonríe. Lo posmoderno exige un paradigma bonsái, la crítica es vista como cosa de aguafiestas, y la cultura, lejos de ser un espacio para el intelectual, se toma como un hotdog o una McDonald.
La chacalización total es nuestra macdonalización, proceso de aplanamiento que vivieron los países de Europa del Este luego de la caída del muro de Berlín. Para romper ese proceder están el intelectual, el artista, el trovador; para ser la conciencia de los tiempos que siguen siendo heroicos.
Cantar no es un simple hecho, no se hace para la portada de la revista Hola, sino que ese acto humano tiene un significado. Su pasaje por esta vida no es un vuelo en primera clase, sino un viaje a la imaginación y lo infinito de los sueños. Se trata de un ejercicio soberano de la crítica y de la profundidad, muy necesario, visceral.
Los tiempos son reflexivos y politizados, nadie puede estar al margen, y quien lo está ya tomó partido, el mercado lo reclutó entre los cantos de sirenas chacalistas.
sachiel
1/8/18 12:52
Nos facilitaron y facilitamos mucho las cosas a nuestros hijos, incluyendo el pensar.... bajo el pretexto de que no pasaran trabajos ni dificultades de las de antes (y de ahora tambien) asi han surgido los nuevos cultores de lo ligth, lo banal lo superficial, "lo que pega", y no de valores culturales genuinos y altamente moralizadores.
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