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sábado, 23 de noviembre de 2024

Bolívar, el filme de las dificultades

La cinta de Luis Alberto Lamata, con sus virtudes y defectos, pretende humanizar la figura de El Libertador y ha sido objeto de críticas por cuestiones extracinematográficas...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 17/12/2013
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Filme Bolívar
Roque Valero, Camila Arteche y Gilbert Laumord en un momento del filme.

Abordar en el cine una personalidad histórica resulta una tarea riesgosa, sobre todo cuando se pretende complacer a todos los públicos. Pero si la figura es nada menos que alguien tan polémico como Simón Bolívar, el riesgo deviene acto temerario, casi suicida, y se cosecharán más detracciones que elogios.

Tal fue el reto asumido por Luis Alberto Lamata y su equipo de realización en Bolívar, el hombre de las dificultades (2013), filme estrenado en días recientes en Cuba. A partir de una idea del director, José Antonio y José Luis Varela eslabonaron el guión que abarca la vida de este prócer entre 1815 y 1816.

La cinta se integra dentro de la serie Colección Libertadores, de la cual ya se han visto aquí José Martí: el ojo del canario (2009) de Fernando Pérez, Revolución, el cruce de Los Andes (2009) de Tristán Bauer y Leandro Ipiña, Artigas (2011) de César Charlone, e Hidalgo, la historia jamás contada (2010) de Antonio Serrano.

Bolívar… aborda la época en que El Libertador se refugia en Jamaica y parte luego para Haití en busca de apoyo del presidente Petion. Pero es también el momento más dramático y complejo de su vida, cuestionado por patriotas venezolanos que se oponen a su liderato, asediado por los complots españoles para asesinarlo.

Luis Alberto Lamata (Caracas, 1959) parecía idóneo para esta riesgosa empresa. Formado como historiador, escribe desde muy joven para la TV y el cine. Con varias telenovelas de éxito, en el celuloide también ha tenido fortuna: Jericó (1990), Desnudos con naranjas (1995), Miranda regresa (2007), Taita Boves (2010).

Lamentablemente, Bolívar… transcurre de forma irregular. Junto con secuencias de notable fuerza expresiva se entremezclan momentos poco felices, de un amateurismo sorprendente en un realizador con siete largometrajes en su currículo antes del que hoy nos ocupa. 

Por otro lado, cristaliza su pretensión de humanizar a El Libertador, de desmarmolizarlo, al transformar la estatua sacralizada en un ser de carne y hueso, con sus dudas, errores y defectos, lo que le permite acercarlo a las jóvenes generaciones y es un aporte que no se debe obviar.

Dice Lamata: “El Bolívar que conoce el venezolano es de bronce, el cargado de palomas, y creo que hay que quitarle el Bolívar a las palomas y ponerlo en la cabeza y el corazón de la gente. Creo que el cine necesariamente tiene que contarlo para que cautive y que cuando se apaguen las luces de la sala, te enganche la historia”.

En aras de lograr en este filme una buena comunicación con el público, sus guiños a la taquilla son excesivos y en algunas secuencias, el prócer, espada en mano, deviene Errol Flynn caraqueño a la usanza de los filmes de la Warner BROS en loa años 30. 

No es en la caracterización de El Libertador donde falla el filme, sino en el conflicto que se genera con la contrapartida negativa, El polaco (interpretado por Jorge Reyes). Aparte de que el malvado está tan caricaturizado en el guión que parece el abuelo de Cruela, la enemiga de los 101 dálmatas.

La solución al conflicto entre el bueno y el malo, el duelo de espadas en un buque, poco feliz en cuanto a dramaturgia, se agrava por el pésimo entrenamiento de ambos en el arte de la esgrima. Reyes hace lo imposible por sacar adelante a su personaje, pero ni sir Lawrence Olivier lo hubiera logrado.

Roque Valero logra una acertada interpretación de Bolívar, lo hace creíble al recrearlo en sus momentos de depresión y desaliento, de picardía y donjuanismo. Las críticas que ha recibido parten de quienes todavía pretenden continuar sacralizando al héroe o los que quieren cobrarle al actor su activismo a favor del chavismo.

Beatriz Valdés resulta tan víctima como Jorge Reyes, de la concepción que tienen los realizadores de su personaje. Reducida a la categoría de símbolo de la oligarquía caraqueña, su María Antonia Bolívar se aprecia tan falsa como los parlamentos esteriotipados que le obligan a declamar.

Igualmente falso es el acento postizo de la bella Camila Arteche en su Jeanne Bourvil. Gilbert Laumord (Alexandre Petion) y Miguel Ferrari (Morillo) se muestras eficaces. Samantha Dagnibo, aunque no canta, nos deja ver su belleza como Pepita Machado, otro de los intereses amorosos de El Libertador.

Por lo demás, es encomiable el dinámico ritmo que mantiene el filme a lo largo del metraje y tal virtud se debe al montaje de Ángel Hernández y Jonathan Pellicer. La profesional dirección de arte de Onelio Larralde se complementa con el adecuado diseño de vestuario de Felia Torres.

Bolívar, el hombre de las dificultades seguirá siendo un filme tan polémico como la personalidad histórica que lo inspira, máxime cuando ambos se han convertido en campos de batalla ideológicos entre los partidarios del chavismo (el gobierno bolivariano apoyó su realización) y sus detractores.

Resulta lamentable que reputados críticos, miembros de distinguidas asociaciones internacionales, intenten anatematizarlo como obra artística desde sus simpatías políticas, recordándonos la absurda tozudez de aquellos venezolanos opuestos al liderato del prócer en los oscuros y angustiosos días del exilio en Jamaica.

 


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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