viernes, 3 de mayo de 2024

Algunas verdades sin swing sobre las mentiras con swing

El ballet cubano es producto de la redistribución de la riqueza realizada por un profundo acto de cambios...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 24/04/2019
1 comentarios
Ballet Nacional de Cuba
El Ballet Nacional de Cuba constituye uno de los grandes exponentes de esta manifestación artística del país a nivel mundial (Nancy Reyes / Cubahora)

Una vez más el lugar común de que Cuba es una potencia balletómana, exquisita redundancia que nos llena no de un chovinismo tonto e injustificado, sino de la conciencia de lo que ha significado una política cultural girada hacia el talento y no el mercado. Sólo con el apoyo estatal se pudo hacer realidad el sueño de que un pequeño país brille entre las más grandes compañías de ballet, y eso también es lugar común.

Mas aunque así lo tengamos asumido, no faltan quienes digan desde otras orillas que en realidad somos el fruto de un gran “acto de represión” que ha ahogado las fuerzas creativas de un país. Un artículo de El Nuevo Herald, firmado por el periodista Pedro Corzo, hacía alusión a dicha matriz, con una rabia que nublaba cualquier entendimiento o abordaje coherente de la cuestión cultural cubana.

El motivo de dicho “ataque heraldo” es la Bienal de arte en la Habana, que este año ha tenido una extensión sin precedentes, hasta llegar a escenarios inéditos y con una proyección crítica hacia cuestiones reales y acuciantes de la realidad. Pero Corzo fue más allá, al decir que toda nuestra política cultural ha tenido solo un final, la censura. Y allí la matriz mediática muestra su verdadera piel, una que nada tiene que ver con la promoción de los derechos de los artistas ni la libertad de pensamiento.

Si, como proponen los que niegan al Ballet Nacional y otras compañías cubanas, el mercado es la fórmula de la libertad absoluta, volveremos a los tiempos en que las escuelas de arte no existían o solo se podían acceder mediante becas impagables, para luego entrar a un mercado de contratación aún más injusto ya que te visibiliza de acuerdo a intereses empresariales y no artísticos.

Bajo esa lógica, Alicia Alonso no existiría, mucho menos el amplio abanico que hoy domina el panorama danzario nacional y Pedro Corzo perdería su trabajo, o tendría que escribir sobre la censura en el país de las Quimbambas. Cosas de la guerra fría, que tanto le han servido a tantos para hacerse de una carrera en los medios de prensa del sur de la Florida, un lugar donde viven personas honestas que aman su país de origen y colocan la unidad por encima de la diferencia, pero que alberga a otros dispuestos a apoyar incluso una ley norteamericana que les quite las casas a los cubanos del archipiélago.

El ballet cubano es producto de la redistribución de la riqueza realizada por un profundo acto de cambios que, quieran algunos o no, le volvió la hoja al país y el continente. Ese parteaguas que generó conformismos e inconformidades, puede tener mil rostros, pero ofreció una visión otra donde hubo, por encima de todo, experimentación e impulso en el campo de la cultura. Porque el marxismo significa entender a la idea como un todo que actúa en las partes, de manera que se garantice el movimiento de lo real.

Claro que los defensores del mercado colocarán tantas veces la matriz del Estado represor, como parte de una línea de pensamiento que propone que sean la oferta y la demanda las que de forma “natural” regulen la sociedad. Y como a esa imagen, que es una mentira, se le echa billetes para que ande, a muchos les parece aceptable y hasta mejor. La propaganda acude a las máximas de Goebbels de que una mentira repetida mil veces se transforma en verdad, ya que trastoca el plano de la percepción.

Por eso los mayores símbolos de la política cultural socialista resuenan mucho más, ya que la opinión pública mundial, alelada por los mil mensajes, se llega a sorprender cuando da de bruces con el Ballet Nacional, tal y como sucedió durante la visita de la Realeza Británica a La Habana. Cuba danza bailes universales y eso nadie lo puede negar, ni siquiera El Nuevo Herald con miles de bolas de fango lanzadas al rostro.

Pedro Corzo hace un recorrido por momentos reales de la censura en nuestro país, toma la parte por el todo, omite y así miente. A Reinaldo Arenas se le persiguió, cosa cierta en buena medida e incierta en otro tanto (se trataba de un genial narrador, fabulante de su propia vida y del contexto nacional), pero hay que ver por otro lado que el mismo autor, hijo de paupérrimos campesinos, llegó a concursar en los mejores predios gracias a una beca gratuita que lo acercó a la capital. ¿Cuánto de fama no le debe Cabrera Infante al hecho mismo de la Revolución, a la que primero sirvió como soldado y de la cual denostó más que nadie, aunque no fue el que más sufrió de censuras?

Existir es oponerse, nunca he ponderado el asentimiento vacuo en materia de creación y muchos de mis cuentos son, por así decirlo, subversivos, creo en ese arte sano y discurridor, que debate desde la limpieza porque sí, porque la inquietud es válida. Pero esa oposición debe ser auténtica y no mediada por matrices ni bulos convenientes, los cuales se asumen a cambio de prebendas, en una espiral de condicionamientos donde al final ni tú eres tú ni dices lo que sientes y piensas.

Verdades como estas “no tienen swing” para un nada despreciable grupito de colegas de generación, de corte intelectualoide, quienes se hacen selfies delante de los símbolos de la guerra cultural contra baluartes como el ballet cubano, a la vez que le dan compartir a cuanto meme haya por ahí de un avestruz. En la era de la postverdad vivimos una post inteligencia que construye los paradigmas sensibles del arte a partir de las nociones de poder como la prosperidad material, la influencia social y el liderazgo.

Bajo esa línea, defendida por baterías como Corzo, esos colegas considerarían a Lezama como un gordo fofo en un sillón de paja, dada su carestía de dinero e inmovilidad en el terreno de los viajes a extranjero. En cambio, podemos esperar hoy que muchas veces citen al autor de “Muerte de Narciso” como un precursor y un ícono de ese talante irreverente que reivindica al mercado. El propio Lezama quedaría sorprendido, más aún su amigo y mecenas José Rodríguez Feo, quien sabía más que nadie que sin él toda la generación de Orígenes moriría de hambre.

El ballet en Cuba, la política cultural que lo hizo posible, “no tendrán swing” pero han sido los motores que aún le dan sentido a esos mismos, que se consideran árbitros de la cultura, del swing y de lo libre. ¿Verdad Pedro Corzo?


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Mimisma
 24/4/19 10:18

!Excelente artículo Mauricio!

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