PRIMER VISTAZO: AQUELLA PLAZA
Esta amarillenta postal nos informa que la habanera Plaza de la Fraternidad, por donde hoy circulan miles y miles de transeúntes, en la ciudad primitiva fue un sitio intransitable, un paraje cenagoso y cubierto de manglares.
Más tarde, en el lugar abundaron estancias y cocoteros. Y allí se efectuaron representaciones teatrales, en las que actuó Francisco Covarrubias, el médico que se tornó en actor.
A partir de mil setecientos cuarenta, el sitio se dedicó a la ejecución de ejercicios militares, y se estableció una plaza de toros.
El gobernador Tacón limitó el paraje con una cerca de lanzas, la misma que hoy circunda a la Quinta de los Molinos.
Y aquel fue punto de partida para varios globonautas, como Matías Pérez.
SEGUNDO VISTAZO: CON ESA MEDICINA, MEJOR ES MORIRSE
En esta segunda y apolillada postal, tropezamos con un personaje tétrico: el terrible cólera.
En el siglo diecinueve, los consejos que dictaba la medicina para la prevención del cólera morbo eran simplemente caricaturescos.
Así, el doctor Juan Francisco Calcagno, en una obra clásica de entonces, hace depender el contagio de las razones más disparatadas.
Según el especialista, se expone al cólera quien consuma carnes duras o pescado ahumado.
Pero va más allá el galeno Calcagno. Y asegura que se predisponen al contagio quienes se dejen llevar por el disgusto, los arrebatos de ira o los pensamientos tristes. (O sea, como si fuese suficiente andar exhibiendo una sonrisa bonachona para librarse de la temible bacteria en forma de bastoncillo).
TERCER VISTAZO: DE CÓMO LOS BEATOS AMPUTARON A UN INFELIZ CABALLO
Leo en un diccionario: “GAZMOÑERÍA: Afectación ridícula e hipócrita en materia de religión”.
Tal definición me hace recordar que en Santiago de Cuba, cuando transcurría el siglo diecinueve, abundaron muchísimo los gazmoños, los santurrones y los mojigatos.
Como es sabido, la villa se fundó bajo el patronato de Santiago Apóstol, según la tradición enterrado en Santiago de Compostela, Galicia. Y desde 1833 tuvo Santiago de Cuba una estatua en madera del santo guerrero.
Ah, pero los santurrones adujeron que era indecente que el caballo de Santiago mostrase toda su imponente anatomía, un pene descomunal.
Y por eso comisionaron a un carpintero, de apellido Bracho, para que, trincha en mano, castrase al cuadrúpedo.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.