Me partió un rayo

Las creencias también pueden ir cambiando porque van apareciendo nuevas y las viejas se van olvidando. Hay una que todavía perdura, aquella de tapar los espejos cuando llueve, quizá originada en la época en que esos objetos atraían las descargas eléctricas cuando eran fabricados con un metal muy pulido, o sus marcos eran de hierro o algo parecido.

Al igual que sucede con las creencias, hay frases que también se mantienen como el caso de una que dice: Mal rayo te parta, una especie de maldición para desearle el mal al prójimo.

En lo personal, desde aproximadamente las 6 de la tarde del lunes 10 de junio de 2019, cuando se nuble el cielo, no taparé los espejos, pero me cuidaré de que no me vuelva a partir un rayo, y para eso no solamente desconectaré el cable por donde recibo la Internet, sino que también retiraré el cable eléctrico.

Tales medidas de precaución las cumpliré igualmente si hay sol, pues bastará con que no esté usando la computadora (si es que logro conseguir otra) para apagar y desconectar cuando cable tenga.

El sudicho día, entre las dos y las 4 de la tarde, con sol y escasas nubes, se sentían los truenos, y como todaví no me había partido un rayo, lo valoré como una curiosidad que relacioné con las ocasiones en que llueve con sol, situación que suele originar un dicho referido a matrimonios.

Sin Internet ni acceso a ella desde la computadora, porque ya hace casi una semana que una descarga eléctrica inutilizó el modem, la laptop y el teclado que le acoplaba, pienso en muchas cosas cada vez que miro toda esa parafernalia tecnológica dañada por un rayo que cayó en alguna parte de la red de transmisión de electricidad.

Con esa posibilidad tan real, es inaudito ver la cantidad de entidades donde invierten en comprar recursos para construir una red local, pero no destinan ni un centavo para dotarla de protección mediante pararrayos o los llamados aterramientos.

Ante tal peligro, es inconcebible que el personal de las entidades encargados directamente de atender esa red no se inmuten cuando llueve, ni sus jefes le exijan estar al tanto para cuidar de las descargas eléctricas a los valiosos recursos de las nuevas tecnologías.

Igualmente sucede con los usuarios de la red que piden un tiempo más sin desconectar la red cuando llueve porque les falta poco para terminar o no se han sentido todavía los truenos, como si estuviera programado uno de aviso antes de que caiga el que hará daño.

Aunque digan que nadie escarmienta por cabeza ajena, cuento mi historia de carecer de equipamiento en casa, y menciono los malabarismos que debo hacer para trabajar con acceso a Internet.

Como que ya me partió un rayo, y escarmenté por mi propia cabeza, en todas las ocasiones que sea posible, desconecto los cables de todo el equipamiento que funcione con electricidad. Concluyo así la nota de este viernes, no solo porque ya no tengo nada más que decir, sino porque ya debo regresar a casa.