Según un reportaje publicado en el The New York Times (NYT) de hace pocos días, nos enteramos de que en las complejas negociaciones sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) también se ha abordado el tema de la creciente obesidad.
En México, las guías del Instituto Nacional de Salud Pública mexicano (INSP) y de la Organización Mundial de la Salud han recomendado que este país implemente regulaciones para combatir la diabetes, que pasa por el control de la obesidad, pues provoca el fallecimiento de 80 000 de estos enfermos cada año, siendo una de las tasas más altas en todo el mundo.
EL EJEMPLO CHILENO
Funcionarios en México y en Canadá, así como gobiernos en Brasil, Perú, Uruguay, Argentina y Colombia han discutido opciones como el uso de colores, formas y otros símbolos de fácil comprensión en las etiquetas de la comida chatarra para alertar a los consumidores de los riesgos a la salud de tales productos refinados y ultraprocesados.
Tales propuestas han sido inspiradas en buena medida por la introducción de regulaciones en Chile, en 2016. Incluyen requisitos como sellos grandes de color negro al frente de algunos empaquetados peligrosos para salud.
También estas regulaciones incluyen la prohibición de utilizar en las etiquetas, imágenes de personajes caricaturescos infantiles como el Tigre Tony (también conocido como Tigre Toño en algunos países). Actualmente se considera que los sellos de advertencia son la táctica más agresiva y eficaz.
En Chile se ha demostrado que un mensaje sencillo y un símbolo bien visible en determinadas etiquetas son suficientes para alertar de que se debería consumir menos de estas peligrosas comidas.
Con estas medidas sobre las empresas alimentarias, ellas han sido obligadas a tomar acción en beneficio de la población. Durante los últimos dos años, más de 1500 productos han cambiado su fórmula para ser más saludables y evitar que les pongan el sello.
GUERRA A LA OBESIDAD Y A LA DIABETES TIPO 2
La obesidad se ha duplicado en por lo menos 73 países desde el año 1980. Muchos funcionarios de salud pública de diferentes gobiernos alertados por la propagación y elevado consumo de alimentos altamente procesados han puesto sus esperanzas en esta nueva estrategia: el empleo de advertencias claras en las etiquetas de alimentos con altos niveles de azúcares, sales y grasas.
UN PERO EN EL CAMINO
La Grocery Manufacturers Association, es un grupo industrial, una amplia coalición de fabricantes de bebidas y alimentos empacados que incluye entre sus miembros a ejecutivos de Coca-Cola, PepsiCo y Mondelez International (que tiene marcas como Oreo, Chips Ahoy y las galletas Ritz) y forma parte de la junta de asesores para las conversaciones comerciales entre los tres países. Ya manifestaron que está a favor de programas de etiquetado, pero voluntario en vez de advertencias obligatorias.
La organización lucha contra la adopción del modelo chileno en más lugares. El portavoz del grupo dijo que le preocupan la “evidencia y el impacto” de las leyes chilenas. Por supuesto, en relación a sus ganancias.
En su presión comercial sobre los participantes de su gobierno en las pláticas comerciales con México y Canadá, plantean que se limite la capacidad de los tres países de hacer advertencias a los consumidores sobre los peligros de la comida chatarra, según determinados documentos aun no hecho públicos, según el reportaje mencionado del NYT.
DETRÁS DE LA FACHADA
Las presiones comerciales han sido tan evidentes que el fundador del Poder del Consumidor, una asociación de salud pública en México, fue víctima de una herramienta de espionaje en el año 2016, un software para espiar que únicamente es vendido a gobiernos con la intención explícita de solo utilizarlo en combate al terrorismo y a criminales, precisamente cuando luchaba a favor de un impuesto a las bebidas azucaradas en México.
Pero el choque entre la industria de comida chatarra y el gobierno no solo se presenta en el espionaje, sino también ahora en cuanto a la renegociación del TLCAN y la propia política del país contra la obesidad.
Según NYT, “las tasas de obesidad, diabetes y sobrepeso en México son de las más altas del mundo, por encima de todos los demás Estados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Las tasas de obesidad se han triplicado en el país desde 1980.
Los mexicanos beben, en promedio, 167 litros de refresco cada año per cápita, mucho más de lo que se consideran tasas altas de consumo en Estados Unidos. En algunas zonas remotas del país hay mayor disponibilidad de bebidas azucaradas que de agua potable, una muestra de los retos a la salud que enfrenta el país”.
EN VARIOS PAÍSES
Expertos en salud pública de diversos países han celebrado las disposiciones chilenas como un nuevo estándar.
Plantean que no hay nada engañoso sobre un sello de advertencia en las etiquetas y claramente eso es lo que le preocupa a la industria.
En su momento, el gobierno chileno argumentó con su éxito que las medidas eran una herramienta necesaria para luchar contra la creciente crisis de obesidad en esa nación. Hoy día, el éxito de Chile ha inspirado a los activistas en materia de nutrición alrededor del mundo, incluido México.
El hecho de que la industria de la comida chatarra esté asustada es estimulante, pero al mismo tiempo preocupa que alguien intente defender la postura de la industria alimentaria.
Por lo menos veintitrés países utilizan alguna versión de información al consumidor al frente de las etiquetas. Algunas de las advertencias ya adoptadas o propuestas incluyen octágonos rojos o recuadros negros que llaman la atención según lo que reguladores alimentarios consideran dañino para la salud. Aunque, en los momentos actuales, las más efectivas son las de Chile. Son la primera frontera en favor de la saludable alimentación, pues alejan a la gente de la comida chatarra que abunda en ese país.
Una razón importante por la que el sistema de sellos y etiquetados es visto como clave para los esfuerzos de reducir la obesidad es que los consumidores sí les hacen caso.
En muchos países, incluido México, se muestran cifras con recomendaciones de consumo diario de sales, azúcares y grasas. Pero son prácticamente “indescifrables para los consumidores” y “completamente inútiles para muchas personas”. Solo el 17 por ciento de los consumidores se fijan o entienden el sistema de etiquetado nutrimental frontal establecido por la ley.
Para los activistas en materia de salud, estos temas son cuestión de definición entre la vida y la muerte.
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