El enojo y el infarto cardiaco

La primera causa de fallecimiento en nuestro país en los años 2016 y 2017 fueron las enfermedades del corazón, según el último Anuario Estadístico de Salud del Ministerio de Salud Pública.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los infartos de miocardio y los accidentes cerebrovasculares fueron responsables solo en 2012 de 17,5 millones de muertes, constituyendo la primera causa de mortalidad en todo el mundo.

En Estados Unidos también estas enfermedades son la causa principal de muerte, tanto en hombres como en mujeres de todas las razas y grupos étnicos. Unas 800 000 personas mueren por este motivo cada año, lo que equivale a uno de cada tres fallecimientos, informan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de ese país.

LA PRINCIPAL CAUSA

En una amplia investigación realizada en la Universidad de McMaster, en Canadá, y publicada en la revista Circulation de la American Heart Association, las personas emocionalmente alteradas presentaron más del doble de riesgo de padecer síntomas de infarto cardiaco durante los primeros sesenta minutos de encontrarse enojados.

Lo mismo pudo decirse con relación al esfuerzo físico pesado o intenso por el lapso de hasta una hora después de realizado. Y el riesgo fue tres veces mayor para quienes se encontraban enojados y emocionalmente alterados y, al mismo tiempo, realizaron este tipo de esfuerzo físico intenso.

El cuidado del corazón es una razón de peso para intentar mantener la calma y evitar alterarse ante cualquier problema. La serenidad y una sincera sonrisa serían los mejores antídotos contra determinados avatares traídos por la vida.

LA DEMOSTRACIÓN

Durante la investigación, 12 461 pacientes de 52 países, quienes tuvieron un infarto cardíaco por primera vez, completaron un cuestionario respecto a si manifestaron alguno de los factores desencadenantes mencionados, o sea, enojo y/o actividad física intensa, durante una hora antes de su infarto, o el día anterior.

Según los resultados, estos factores desencadenantes de infarto cardíaco, como el enojo y el esfuerzo físico intenso, parecían aumentar de forma independiente el peligro, por encima de otros factores de riesgo como la edad, el tabaquismo, la obesidad, la hipertensión arterial y otros problemas de salud. Los dos juntos presentaron una acción sinérgica con relación al infarto.

¿QUÉ LE SUCEDE AL CORAZÓN?

Ambos factores desencadenantes, emocionales y físicos extremos, pueden aumentar la presión arterial y la frecuencia cardíaca, modificando el flujo de la sangre a través de los vasos sanguíneos y, por tanto, reducir el suministro de sangre al corazón.

Esto es particularmente importante en los vasos sanguíneos previamente estrechados por daño vascular arterioesclerótico; se podría bloquear el flujo de sangre y desencadenarse un infarto cardiaco. Tales elementos parecen tener el mismo efecto en todos los países y grupos raciales.

PREVENCIÓN ANTE TODO

Con esta investigación se aportan nuevas evidencias de la importante relación existente entre la mente y el cuerpo. Aquellas personas con riesgo de sufrir un infarto cardíaco — como son los obesos, fumadores, hipertensos, con edades mayores, etc.— deben hacer lo posible para evitar situaciones emocionales extremas y enfrascarse en una fuerte actividad física.

Después, y una vez pasado el enojo, reflexionar sobre cómo quitarse esos otros factores de riesgo eliminando la adicción al tabaco, la obesidad o la hipertensión arterial, y de paso rejuvenecerse biológicamente unos cuantos años al adoptar saludables estilos de vida.

La actividad física, pero regular, programada y sistemática, tiene muchos beneficios para la salud, incluyendo la prevención de enfermedades del corazón. Sin embargo, es recomendable para una persona enojada o muy molesta que desee realizar ejercicio para despejar la mente, que no comience realizando esfuerzos intensos como desahogo eventual y no pase más allá de su rutina normal de las actividades físicas o tal vez un poco menos.

Otra manera de hacer frente a los altibajos emocionales es mediante el apoyo mutuo y las conversaciones con otras personas enfrentadas a desafíos similares; pero a la hora de hablar evitar desahogos desenfrenados y hacerlo hasta donde lo aconseje la prudencia y la más elemental discreción.

Todas ellas son buenas estrategias para prevenir un infarto cardiaco y no convertirse en un número más en las estadísticas sobre mortalidad.